La Selección Mexicana quedó fuera de la Copa América en la fase de grupos tras empatar a cero con Ecuador, relegándose al tercer lugar de su sector. Este resultado marca un punto crítico para el equipo, que no logró cumplir con las expectativas generadas alrededor de un supuesto cambio generacional.
Desde un principio, la dirección técnica de Jaime Lozano se mostró confiada, apostando por jóvenes promesas en una convocatoria anunciada el 10 de mayo.
Sin embargo, los resultados en el torneo no reflejaron esta confianza. México apenas pudo anotar un gol en tres partidos, fallando en imponerse ante rivales que, en teoría, parecían accesibles.
Cuando se le cuestionó a Jaime Lozano si estaba preparado para ser el entrenador que México necesita para dirigir el próximo mundial, este comentó sin desdén lo complicado que es formar esta unión entre jugadores, justificando su estancia a un informe de sus actividades, dejando que los directivos tomen la decisión, aunque para él está claro que se queda.
"Si los jugadores creyeron hasta el final es por algo, yo haré un informe, esa decisión no me corresponde”
Por su parte, el director deportivo de selecciones nacionales, Duilio Davino, respaldó públicamente a Lozano tras la eliminación, asegurando que el proyecto sigue en pie con miras al Mundial 2026.
"Salí con Jaime en la conferencia de prensa, pero por las reglas de Conmebol no pude estar al lado de él. Era para que viera que estamos juntos, que tiene el apoyo de todos"
Minutos después del partido, las redes sociales se llenaron de críticas por parte de aficionados y periodistas mexicanos.
Además, la frustración se extendió a las gradas, donde se registraron altercados entre seguidores, evidenciando no solo el desempeño futbolístico sino también con el comportamiento de la afición mexicana.
El fracaso de la Selección Mexicana en esta Copa América no puede ser atribuido únicamente a la mala suerte o a la falta de cohesión del equipo. Es el resultado de una estrategia mal planteada y una subestimación de la competencia.
La insistencia en mantener un proyecto que no ha mostrado avances significativos debe ser revaluada con urgencia.
La continuidad de Jaime Lozano al frente del equipo, a pesar del respaldo de los directivos, parece más un acto de obstinación que una decisión fundamentada en resultados tangibles.
Si México aspira a competir al más alto nivel en el Mundial 2026, se necesita una reestructuración profunda y una autocrítica honesta sobre los verdaderos problemas que aquejan al fútbol nacional.