Cada mañana, cuando Gisèle Pelicot llega al tribunal, decenas de seguidoras, en su mayoría mujeres, ya la están esperando. Cada noche, cuando se va, se alinean a su alrededor y la aplauden y ovacionan.
Muchas la llaman “Gisèle”, como si la conocieran…
Se ven a sí mismas, a sus madres, a sus abuelas en su imagen elegante. Acuden al tribunal de la ciudad de Aviñón, en el sur de Francia, y esperan durante horas para apoyarla.
Y es que en las tres semanas transcurridas desde que comenzó el juicio por violación contra su exmarido y otros 50 acusados, Pelicot se ha convertido en una heroína feminista en Francia.
Activistas feministas y escritoras le han dedicado cartas abiertas que se han publicado en periódicos y que se han leído en la radio. Elogian su valentía, su fuerza y su dignidad al enfrentarse a su terrible historia.
También elogian su decisión poco usual de abrir las puertas de su infierno personal e insistir en que el juicio se haga público, cuando podría haberse desarrollado a puerta cerrada.
Ella está al centro del juicio por violación más importante que Francia ha tenido en décadas.
Dominique Pelicot, el hombre que fue su marido durante 50 años, se ha declarado culpable de poner drogas en sus comidas y bebidas durante casi una década. Luego invitaba a hombres a su habitación para que se le unieran y abusaran de ella.
Está previsto que los acusados comparezcan en las audiencias en grupos de seis o siete cada semana. A medida que lo hagan, Gisèle Pelicot se verá obligada a seguir entrando en el juzgado y sentándose entre ellos.