Cuenta la leyenda que hace muchos años, existió un dios azteca llamado Xólotl, el dios del fuego y el rayo. Al igual que Huitzilopochtli, Xochipilli y Tezcatlipoca, entre otros dioses, se reunieron en Teotihuacán para crear el universo ofreciendo su vida arrojándose al fuego, a cambio.
Xólotl se llenó de miedo y huyó para evadir su sacrificio y al ver esto los demás dioses pidieron al viento que lo encontrara, lo que se volvió una tarea bastante complicada pues comenzó a transformarse en diversas especies para ocultarse.
Primero fue un guajolote, después se transformó en maguey, xoloitzcuintle y en una planta de maíz, hasta que por fin se lanzó al lago y se convirtió en un Axolote (ajolote).
Un pequeño anfibio con branquias en forma de pequeños cuernos que le permitían respirar bajo el agua. Así Xólotl pensó que se había salvado de su sacrificio. Pero el viento dio nuevamente con él, entregándolo a los dioses en Teotihuacán para terminar con el ritual para el que solo bastó una gota de su sangre para que los astros comenzarán a moverse y a crear el universo.
Xólotl, finalmente fue sacrificado, pero los ajolotes permanecen aún en México como una especie endémica y en peligro de extinción. Aunque también con características sumamente especiales pues ésta especie vive en su eterna juventud. Es capaz de regenerar cualquier parte de su cuerpo, incluso su cerebro y sistema nervioso.
“Sí alcanzan la etapa reproductiva dentro de su organismo, pero nunca maduran. Digámoslo así, son animales de la eterna juventud y además otra de las características especiales de la especie es que regenera cualquier parte de su piel, incluido el cerebro y el sistema nervioso, que algunos otros animales regeneran a veces algunas extremidades, pero ellos sí regeneran cualquier parte.”
Los ajolote son una especie significativa en la cultura prehispánica mexicana, así como para la biología que estudia su gran capacidad regenerativa.
El ajolote, un ser único y completamente mexicano.
