
Geneviève Jeanningros, un nombre que quedará inmortalizado hasta la eternidad, debido al gesto noble que le dio la vuelta al mundo en los funerales del Papa Francisco. Esta monja de 82 años no perdió a la figura más importante del catolicismo, perdió a Jorge Mario Bergoglio, su gran amigo.
Todo comenzó gracias a una carta escrita en 2005 cuando la religiosa le recriminaba al entonces Cardenal que no estuviera en el funeral de su tía. Hablaba de una de las monjas secuestradas durante la última dictadura argentina. El entonces cardenal Bergoglio respondió ese mismo día, “Gracias por la carta”, desde entonces creció una amistad.
Una gran amistad
Sor Geneviève, miembro de la orden de las Hermanitas de Jesús, ha dedicado más de 56 años de su vida a ayudar a las comunidades más necesitadas de Roma. Especialmente a las mujeres transexuales y los feriantes del barrio de Ostia, en la región del Lacio.
Su labor ha sido ejemplar, sin importar las dificultades que enfrentaba. A lo largo de los años, se transformó en un puente clave para facilitar los encuentros del Pontífice con líderes de derechos humanos y con una comunidad de mujeres trans que vivían en las afueras de Roma.
Francisco no solo las recibía en diversas ocasiones, sino que también las invitaba a almorzar y brindaba apoyo económico.
La relación entre Sor Geneviève y el Papa Francisco fue íntima y especial. El Papa, siempre atento a las realidades sociales y humanas, encontró en ella una aliada incansable en su misión de acercarse a los más vulnerables. De hecho, Sor Geneviève jugó un papel crucial en mostrarle al Papa la realidad de los feriantes y de las personas transexuales que vivían al margen de la sociedad.
Rompió el protocolo
Durante la despedida del Santo Padre, el rígido protocolo que siguió al traslado del ataúd desde la Capilla de Santa Martha hasta la Basílica de San Pedro estipulaba que los primeros en saludar fueran los sacerdotes y obispos que trabajan en algunos de los dicasterios vaticanos y los cardenales presentes en Roma.
Sin embargo, esta religiosa con su mochila verde, zapatos gastados y velo en la cabeza, hizo fila junto a miles de fieles en Via della Conciliazione para despedir al Papa. Era una despedida interna y sentida, con un profundo sentimiento de agradecimiento y respeto, como el de quien pierde a un hermano. Nadie tuvo el corazón de decirle nada.
Pese a la insistencia de los medios por obtener declaraciones, ella ha evitado hablar. Asegura no poder hacerlo, solo aceptó grabar un breve video con las hermanas, como homenaje al Pontífice.
Finalmente compartió con algunos medios vaticanos una breve reflexión: “Le he querido demasiado, eso es todo”, dijo. De Jorge Mario Bergoglio mencionó que echará de menos sus ojos, su mirada, y cuando le decía que siguiera adelante. Resaltó que, más allá de la ayuda material, lo que más recibieron de él fue ayuda moral.
Al ser cuestionada sobre qué tipo de Papa espera indicó, que tiene la esperanza de que llegue otro Bergoglio. Geneviève Jeanningros, el rostro de la gratitud.