
Tras el funeral del papa Francisco, los cardenales de todo el mundo han comenzado a llegar a Roma para participar en uno de los rituales más solemnes de la Iglesia católica: “El Cónclave que elegirá al nuevo pontífice”
El proceso arrancará oficialmente el 7 de mayo, en un clima de secreto absoluto y profunda oración, como dicta la tradición de más de veinte siglos. La chimenea ya está lista para comunicarle al mundo el resultado de las votaciones.
A escasos metros de la basílica de San Pedro se alza la Casa Santa Marta. El moderno hotel de cinco plantas donde se alojan los cardenales durante el cónclave. Esta residencia, conocida oficialmente como Domus Sanctae Marthae, fue hogar del propio Francisco durante su pontificado. Con más de 100 habitaciones, salones, comedor y una amplia capilla, Santa Marta ofrece comodidad, pero también total aislamiento.
Es en este ambiente de recogimiento donde contrasta una peculiar anécdota que, el arzobispo emérito Anselmo Pecorari, de 79 años, compartió mencionando que no podía decir su nombre porque era un gran amigo mío.
Confesó que un cardenal extranjero pensó que en Santa Marta todo era gratis, incluyendo el minibar de la habitación.
Y es que cuenta la historia que, tras una cena, el cardenal anfitrión invitó a varios colegas a su habitación para compartir una copa. Rápidamente se terminaron las botellas de licores, pero la sorpresa llegó cuando el religioso encontró la factura en su cuenta. Se molestó mucho al descubrir que el alcohol corría por su cuenta, recordó el arzobispo.
Como dirían por ahí hasta en las mejores familias, pasa algo.