
Las predicciones de la iglesia cobran vital importancia entre los creyentes. Muchas de ellas se hicieron realidad a lo largo de la historia y marcaron un antes y un después en la religión. En este marco, una de las profecías más antiguas de la historia afirma que el Papa Francisco podría ser el último sumo pontífice. Esto marcaría la llegada del Juicio Final.
La Profecía o predicción de Malaquías consiste en un conjunto de frases en latín. Estas palabras son atribuidas a San Malaquías, un arzobispo irlandés del siglo XII, quien supuestamente, predice la lista de los Papas de su época y hasta el fin de los tiempos.
El último papa
Según la profecía, el último Papa marcaría el final de la iglesia como lo conocemos, la predicción. Además, está asociada con la llegada del Juicio final, el día en que se juzgará a todas las personas del mundo para decidir su destino eterno.
Pero ¿Por qué Francisco podría cumplir con la Profecía de Malaquías y ser el último Papa?
En la profecía es apodado como “Pedro el Romano”, conocido en el idioma latín como “Petrus Romanus”. Según la predicción, Pedro Romano será el último Santo Padre de la historia.
Francisco, además, podría ser catalogado como el último papa debido a que el lema asociado a Benedicto XVI. Gloria Olivae" que quiere decir "La gloria del olivo".
Mientras que lo anticipado por Malaquías indica que el último Papa gobernaría en tiempos de tribulaciones para la iglesia y el mundo. Por ello algunos expertos en teología aseguran que Francisco encaja en esta descripción. Ha estado marcado por desafíos internos y externos sin precedentes y fue el primer Papa en bajar a orar a la tumba de San Pedro.
¿Qué dice el Vaticano?
Aunque respeta cada una de las profecías, distingue entre la Revelación Pública y las revelaciones privadas. Estas últimas pueden o no ser auténticas.
Las Revelaciones Públicas se centran en todo lo referido a contenidos de la Biblia y todo aquello que se considera como un dogma de fe. Sobre esto, la iglesia católica aclaró que no existen nuevas revelaciones doctrinales, pues después de Cristo, no se debe esperar ninguna revelación nueva.