
Lo que prometía ser una vitrina internacional para el proyecto deportivo del Pachuca terminó en una dolorosa lección futbolística. El equipo mexicano cerró su participación en el Mundial de Clubes 2025 con tres derrotas consecutivas, sin puntos y como uno de los peores equipos del certamen. La derrota 2-0 ante Al-Hilal, en un Geodis Park semivacío, simbolizó el choque entre expectativas y realidad.
El gol tempranero de Salem Al-Dawsari al minuto 23’ desmoronó cualquier esperanza de cerrar con dignidad. Un pase quirúrgico de Nasser Al-Dawsari rompió la zaga tuza, y el capitán saudí definió con categoría sobre Sebastián Jurado. En el cierre del partido, Marcos Leonardo selló el destino de los Tuzos, confirmando no solo la superioridad del equipo árabe, sino también el abismo que separó al Pachuca del nivel competitivo esperado en este torneo.
Aunque hubo destellos de intención ofensiva por parte del conjunto dirigido por Jaime Lozano, el equipo mexicano nunca logró imponer condiciones. El orgullo era lo único en juego tras quedar eliminados matemáticamente, pero ni eso fue suficiente para evitar la caída más dura de su historia reciente a nivel internacional.
¿Es suficiente talento?
Detrás del tropiezo hay preguntas más profundas: ¿Qué tanto está preparado el fútbol mexicano para competir en el nuevo formato del Mundial de Clubes? ¿Es suficiente el talento local cuando la estrategia falla y los errores se repiten?
Además del fracaso deportivo, Pachuca enfrenta ahora un periodo de incertidumbre. El retiro inminente del veterano Gustavo Cabral y el posible salto a Europa de Elías Montiel podrían marcar el inicio de una reestructuración forzada. El regreso a México está programado para este viernes, seguido de unos días de descanso antes de preparar el Apertura 2025. Pero más allá del descanso, este parón debería servir para reflexionar.
El Mundial no solo fue una oportunidad desperdiciada. Fue un espejo. Y el reflejo, para el fútbol mexicano, no es nada alentador.