
En un mundo donde la pasión y la tradición se entrelazan en el cuadrilátero, hay nombres que trascienden generaciones, marcando la historia con su valentía, habilidad y carisma.
Uno de esos nombres es El Hijo del Santo, un ícono indiscutible de la lucha libre mexicana cuya mística ha cautivado corazones durante décadas.
El Hijo del Santo, con su máscara imponente y su estilo único, ha anunciado su retiro de los encordados a sus 61 años de edad.
Para muchos, El Hijo del Santo no solo fue un luchador, sino un héroe, un símbolo de esperanza y perseverancia. Sguió los pasos de su icónico padre, Rodolfo Guzmán Huerta, mejor conocido como El Santo, ha sido un pilar fundamental en la historia de la lucha libre mexicana.
Desde su debut en octubre de 1982, ha mantenido viva la llama de su padre, llevando con orgullo la emblemática máscara plateada que se convirtió en símbolo de justicia y heroísmo.
Desde sus épicas batallas en la Arena México hasta sus triunfos en los rincones más remotos del mundo, El Hijo del Santo dejó una huella imborrable en la historia del deporte. Su estilo técnico y su destreza sobre el ring lo convirtieron en un referente, mientras que su carisma y humildad lo hicieron querido por todos aquellos que tuvieron el privilegio de presenciar su arte en vivo.
Al igual que muchos otros luchadores empezó en el circuito amateur hasta que fue descubierto y puesto a prueba.
Heredó el nombre de su padre y debutó como luchador profesional el 18 de octubre de 1982. Ha pertenecido a las dos empresas de lucha libre más importantes de México: el CMLL y la AAA.
El 15 de noviembre de 1996 cambió de técnico a rudo, eso causó que los fanáticos en las gradas enloquecieran y comenzaran a lanzar botellas y todo lo que tenían a mano contra el ring y contra otros espectadores.
El Hijo del Santo es reconocido por su impresionante historial en luchas de apuestas, acumulando más de 63 victorias en este tipo de combates y ganando un sinnúmero de máscaras y cabelleras a lo largo de su carrera.
Mientras se despide de los reflectores, El Hijo del Santo no solo deja atrás una carrera legendaria, sino también un legado que continuará inspirando a las futuras generaciones de luchadores.
Su sacrificio, su entrega y su amor por la lucha libre son un ejemplo a seguir, recordándonos que, aunque los cuerpos envejezcan, el espíritu del luchador nunca muere.
Por cada momento de gloria y por el legado que deja atrás, le decimos gracias. Gracias por ser un verdadero campeón dentro y fuera del ring.
Tu máscara siempre brillará en lo más alto del firmamento de la lucha libre, recordándonos que los verdaderos héroes nunca se van, simplemente se retiran para vivir por siempre en la memoria de quienes los seguían.